Choque de cometas. Reseña de “De la monarquía”, de Dante Alighieri
ALIGHIERI,
DANTE. (1310) De la monarquía, Biblioteca Losada Contemporánea, Buenos Aires, 1966, traducción del latín de
Ernesto Palacio.
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La primera
cuestión que desarrolla Dante en su “Primer Libro. Necesidad de la Monarquía ” es el deber
de los intelectuales en hacer público su entendimiento sobre lo político como
contribución a los pueblos. A través de este saber/deber, se introduce en la
descripción de la Monarquía ,
institución de gobierno que caracteriza como “Imperio, Principado Único”. El
hombre, criatura especializa con una propiedad de género (la potencia
intelectiva) encuentra su máximo
desarrollo en la felicidad que garantiza le orden de la paz. “Como la parte es
al todo, así el orden parcial al total”. Siguiendo planteos aristotélicos,
entiende que la universalidad humana pertenece a su universo, por un principio
de unicidad, representado en la figura del Monarca. Este monarca ejercitaría su
función política por características personales de virtud (“austeridad”,
“rectitud”), carisma (capacidad de “disponer de los otros”) y un ejercicio de
poder de hecho (“jurisdicción universal”). La mejor disposición de loso
súbditos y la necesidad de encauzar los litigios entre partes, reconocidas
formalmente como soberanos menores, ameritarían la acción de este representante
a la finalidad de 1) otorgar bienestar, 2) ordenar a un fin y 3) evitar la
división. Esta situación favorece el mejoramiento humano debido a que es
perfecto e imita la ejemplaridad, favoreciendo el goce de la libertad al
asegurar la concordia y la paz.
Dante guarda
una visión peyorativa hacia la democracia, la oligarquía y la tiranía,
considerándolos regímenes tortuosos que “mantienen en la servidumbre al género
humano” por obra de “políticos tortuosos”. Por el contrario, reyes y
aristócratas gobernarían haciendo que el género humano “vive por sí y no por
gracia de otro”, haciendo “pueblos celosos de la libertad”.
Seguidamente,
Dante expone las razones que han favorecido el protagonismo histórico del
pueblo romano, en una legitimidad fundada en al “lumbre de la razón humana” y
“rayo de la divina autoridad”. En principio al pueblo romano, por ser el más
noble, le correspondería gobernar sobre los otros, según lo constata Virgilio
en la herencia del divino Eneas, héroe “piadoso” y “justo” que aglutinaría un
crisol cultural de cada una de las tres partes de la tierra tripartita: Europa
dio a su abuelo Dárdano, África a su abuela Electra y a su esposa Dido y Asia a
sus abuelos más próximos (tal el caso de Asaraco de Frigia). Del mismo modo,
los romanos se habrían visto favorecidos por numerosos milagros, tales como la
dación de escudos desde el cielo en una batalla dirigida por Numa, el graznido
de gansos que advirtió sobre la invasión gala o el granizo que afectó a los
fenicios cuando Roma parecía conquistada. Entiende Dante que el obrar de los romanos
ha sido virtuoso y suficientemente demostrado en Cincinato (que abandonó
rápidamente el cargo de dictador al cumplir el mandato del Senado), Fabricio
(quien siendo de humilde condición, no se dejó sobornar), Camilo (que
libertando Roma, aceptó el exilio impuesto por los habitantes de la ciudad), de
Brito y Marco catón (por su celo republicano) y de Mucio (quién sacrificó su
mano para demostrar lealtad a Roma). El pueblo romano, al someter el mundo,
persigue el bien público al establecer el derecho, aspecto que otorgaría
legitimidad a la conquista.
¿Cuáles son
los fundamentos para avalar la jurisdicciónen la disputa del poder temporal y
el poder espiritual?
La naturaleza
ordena las cosas, interviniendo una serie de operaciones necesarias y multitud
de agentes. El juicio de Dios puede entenderse por revelación simple,
comprendiendo la “decisión espontánea de Dios” (puede ser expresa o por signos)
o “por ruegos”. Otra forma de expresión de la voluntad divina es la revelación
pro combate puede darse “por suerte” (interviniendo una acción divina) o “por
certamen” (consistente en un duelo). El pueblo roano predominante sobre los
otros pueblos conquistadores, en pugna por ejercer el Imperio, adquiere sus
posesiones por duelo, cuidándose de obrar con justicia tal como lo recomiendan
los tratadistas militares Tulio y Vegecio. Así, los combates entre Eneas y el
rey Turno, el enfrentamiento entre los Horarios y los Curiacios y las sucesivas
luchas contra sabinos, samnistas, Pirro y cartagineses habrían conformado
disputas justas por conducir y ceñir al universo en el orden imperial. Una
evidencia de la legitimidad divina dada a Roma estaría dada en la inscripción
por edicto de Cristo como hombre al nacer y en la aceptación del castigo
administrado en la jurisdicción romana de Pilatos.
La
legitimidad de la jurisdicción exclusiva universal es la temática inspiradora
que se aborda de lleno en el “Tercer libro. Que el cargo de la monarquía o
Imperio depende inmediatamente de Dios”.
Comienza con una cita de Daniel: “Cerró la boca de los leones y no me
hicieron año, porque en su presencia encontró en mí justicia”. La frase se
introduce para retomar la vinculación entre naturaleza y plan divino,
considerándola ajustada a un fin ¿Podría entonces el Imperio nacer, perdurar y
consolidar una superioridad de fuerzas frente a cualquier otra forma de poder
sin una jurisdicción divina? El problema radicaría, según el autor, en la
negación obstinada del Sumo Pontífice, sensualistas hombres de la Iglesia y decretalistas
(estudiosos de las doctrinas de la tradición de la Iglesia Católica ),
quiénes “por la niebla de la codicia o la pasión, no disciernen la faz divina
de la elección humana”.
A
continuación se repasan las distintas teorías papistas sostenidas en las
Sagradas Escrituras.
· Según el Génesis, Dios hizo dos
grandes luminarias referentes a dos regímenes, siendo la mayor el Sol (el poder
espiritual) y la menor la Luna
(temporal).
· Del texto de Moisés, se extrae que del
linaje de Jacob surgen estos dos regímenes, antecediendo Leví (representación
del poder espiritual) sobre Judá (poder temporal)
· Del libro de reyes, se invoca al
nombramiento y deposición de Saúl bajo la intercesión de Samuel.
· Se señala el texto de Mateo,
sosteniendo que Cristo recibió la concentración de ambos regímenes al recibir
incienso y oro.
· La frase de Cristo “Y todo lo que
ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra
será desatado en los cielos”, de lo que se arguye la autoridad del sucesor de
Pedro. Otro tanto sucede con el señalamiento de “He aquí las dos espadas” a
Pedro.
Estas
argumentaciones son citadas una a una y cuestionadas. El ser de las cosas, la
falsedad de la autoridad de nacimiento, la legitimidad especialísima de los
excepcionales casos de mandatarios de Dios, la confusión entre la autoridad de
Cristo y la de Pedro y sus sucesores y la interpretación de la espadas como
símbolo de defensa de la fe en el mundo terrenal son algunos de los argumentos
con que se dan por refutadas. Otro tanto sucede cuando se relaciona la historia
del Imperio y el Papado, en donde la donación de Roma por Constantino y la
recepción de la dignidad imperial de Carlos por el Papado son gestos del poder
espiritual que consolidan un poder superior preexistente.
La autoridad
del Imperio es independiente entonces, por principio, del poder espiritual. La
expresión de la Iglesia
militante representada en Cristo evidenciaría la autoridad del Mesías
únicamente en el reino de los cielos. El hombre, punto medio entre lo
corruptible y lo incorruptible, ha sido destinado por la Providencia en una
“doble dirección”: ser guiado por la verdad revelada hacia la vida eterna por la Iglesia y la de vivir en
la paz y libertad forjada por el Imperio. Ello no implicaría que el Monarca
cercenara o atacara la potestad del Romano Pontífice, sino que la propuesta
final es la reverencia al último de modo
que la virtud irradie sobre el orbe terrestre.
La edición
contiene una valiosa exposición de Juan Llambías de Acevedo, profesor de la Universidad de
Montevideo, leído en la Muestra Bibliográfica de la Filosofía católica que
tuvo lugar en Buenos Aires en noviembre de 1939. Allí, desarrolla las ideas del
período histórico, la disputa teórica sobre la superioridad de los poderes
desde el Papado de Gelasio I, dando testimonio finalmente de los nuevos ribetes
de la cuestión que lo vuelven un problema real y no ficticio.
La obra
aborda un tópico recurrente de la
Edad Media referido al imperium unviversalis pero cuyo
aspecto esencial continúa irresoluble y plenamente vigente: la determinación de
la legitimidad de una jurisdicción universal en un contexto de disputa dual
¿Qué soportes legitiman una posición? ¿Dónde quedan los límites de acción y
representación de un poder soberano?
Excelente tu blog!
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