No se puede vivir del amor. Reseña de (1999) Pobreza y desigualdad en América Latina, de Tokman y O´Donnell (comps.)

 

TOKMAN, VICTOR E. Y O´DONNELL, GUILLERMO (1998) Pobreza y desigualdad en América Latina. Temas y nuevos desafíos (Poverty and inequality in Latin America. Issues and News Challenges), Paidós,  Buenos Aires, 1999.

S
I la década del ‘80 recibió la calificación de “década perdida” por verse frustradas las expectativas en las nacientes y limitadas democracias latinoamericanas, la década del ‘90 se apropiará del concepto para designar la continuidad de la agenda en materia de estabilidad institucional y desarrollo económico. La implementación de paquetes uniformes de medias de política económica y social, desentendidas de las particularidades locales, y las promesas de modernización neoliberal –último episodio de reformulación de los patrones de acumulación capitalista a nivel global- se revelan costosos e ineficientes. Así, América latina pasa de vivenciar la pesadilla del Estado genocida a sufrir la presión centrífuga de una pretendida democracia de mercado, dos posibilidades (naturales en su genealogía, pero ideológica y políticamente en orfandad) de la democracia liberal. Los ajustes en el gasto público (una medida considerada inevitable por el pensamiento académico en boga) se traduce en privatizaciones, expulsión de trabajadores en el sector público y reestructuración empresarial.
Bajo los objetivos de aumentar el conocimiento de temas políticos, económicos y sociales que enfrenta “América latina en el umbral de un nuevo siglo”, el Instituto Hellen Kellog de Estudios Internacionales, a través del financiamiento al Proyecto América Latina 2000 de la empresa Coca-Cola, se da realización a este volumen que encuentra a la decisión política en el enfoque de la pobreza su temática principal.
En “Desigualdad, empleo y pobreza en América Latina: efectos del ajuste y cambios en el estilo de desarrollo”, Oscar Altimir repasa las tendencias y cambios recientes en la distribución del ingreso en América latina. Como bien reconoce el autor, los países de la región se han encontrado históricamente entre las sociedades más desiguales del mundo, situación favorecida por estructuras oligopólicas y corporativas. El triple shock de la década del ochenta se traduce en una reasignación de funciones, en que aparecen las iniciativas gubernamentales en favor del ajuste bajo la urgencia de limitar la recesión e inflación, siendo una “década perdida” de duelo de un sistema de bienestar dado por irrecuperable. Esta liberalización del comercio, que Altimir saluda en pos de las metas de crecimiento, contrasta con el reconocimiento de un fuerte impacto social de las reformas, tendientes a la degradación generalizada de las condiciones de vida. En este diagnóstico, se prevé una creación insuficiente de puestos de trabajo en relación al crecimiento económico y el aumento de los niveles de instrucción de la población, así como el requerimiento de financiamiento externo del sector productivo.
José Alberto Magno de Carvalho analiza la transición de la fecundidad en América latina en “La demografía de la pobreza y el bienestar en América latina. Desafíos y oportunidades”. Considera que la región pasará por tres etapas, caracterizadas por la dependencia de los ancianos, el veloz aumento de los ancianos en la población y una tercera etapa caracterizada por el predominio de generaciones de jóvenes, aspecto favorable a la inversión social para un proceso de desarrollo.
En el tercer capítulo, “Pobreza y desigualdad en América latina. Algunas reflexiones políticas”, Guillermo O´Donnell revisa la agudización de las condiciones de pobreza. De los 119 millones de pobres y 65 millones de indigentes en 1970 a los 195 millones de pobres y 93 millones de indigentes hacia fin de siglo, se destaca el aumento de la desigualdad y el planteo de la conveniencia de unificar posiciones en torno a la necesidad de las políticas sociales. Los “reformadores potenciales” deberían apelar a los temores de los privilegiados y al interés propio esclarecido de los privilegiados, y descartando las posibilidades de una regresión autoritaria o el ascenso político de partidos radicales, se tronaría temática de agenda la asignación de un valor constitucional real de la democracia y la igualdad (es decir, la plena vigencia del Estado de derecho)y la formación de una coalición por la solidaridad social que debería contar con los esfuerzos colectivos de los pobres, los estratos medios y un sindicalismo comprometido con la situación de los desocupados. Este esfuerzo se correspondería con la intención de un mejoramiento de la calidad de nuestras democracias.
O´Donnell insta a las élites nacionales a un 
esfuerzo compartido en la atenuación de la 
crisis, cuya profundidas exige una
omitida reformulación de las instituciones.
En “Globalización y creación de puestos de trabajo. Una perspectiva latinoamericana”, René Cortázar actualiza las principales tendencias en el mercado laboral. La creación de puestos de trabajo por fuera del mercado laboral, la relación proporcional entre tasa de ganancia e inversiones y el vínculo entre sueldos y productividad laboral serían puntos de acuerdo de los tomadores de decisión, en tanto que existiría un disenso entre el comportamiento estatal de acuerdo a los enfoques: el “viejo consenso”, el “enfoque neoconservador” y el de “crecimiento con equidad”. Frente a las reformas en seguridad social, legislación laboral e intervención del Estado en conflictos sociales, se volvería prioritaria la inversión en capital social, previendo que la paz social se vinculará cada vez más a la productividad y la inversión.
Mario Antonio Gallart puntualiza en “Reestructuración productiva, educación y formación profesional” los cuellos de botella del mercado laboral y el circulo vicioso de la pobreza-educación-formación-empleo, aspectos insoslayables para el abordaje de políticas sociales de impacto relevante. En este sentido, la planificación  de reformas en la educación para el trabajo debe considerar las trayectorias familiares de vida, los condicionantes socioeconómicos del contexto y la puesta en práctica de las competencias escolares recibidas.
El escenario de cambios en materia de seguridad social es descripto por Dagmar Raczynski en “La crisis de los viejos modelos de protección social en América latina”. El viejo modelo de protección social, con origen en los procesos de sustitución de importaciones, es desarticulado ante las privatizaciones  de los servicios sociales, prevaleciendo la respuesta gubernamental en el estímulo a la acción oenegista de políticas focalizadas. El autor culmina su articulando instando a la promoción de medidas estatales que posibiliten el acceso de los sectores vulnerables a herramientas y factores productivos.
Charles Reilly (“El equilibrio entre el Estado, el mercado y la sociedad civil. La ONG para un nuevo consenso de desarrollo”) destaca la exigencia de una reasignación de funciones en las instituciones. En primer término, responsabiliza a las élites latinoamericanas del subdesarrollo regional, en particular a quienes han lucrado económicamente en provecho personal a través de los procesos iniciados por el Estado. No se trataría de encontrar soluciones en “ismos” caducados –sostiene Reilly- sino que la situación de pobreza podría explicarse como carencia (es decir, en la ausencia de organización social, redes, recursos, herramientas financieras, información, habilidades, espacio y tiempo).
En el último capítulo, “Empleos y bienestar. En busca de nuevas respuestas”, Víctor Tokman sintetiza el diagnóstico de los textos precedentes siendo las exigencias de creación de puestos de trabajo, inversión en la gente y puesta en práctica de una política de bienestar los principales problemas detectados. Sin cuestionar la globalización, Tokman reconoce que su desarrollo afecta la determinación de los sueldos, en creciente deterioro frente a décadas anteriores, siendo la reducción de costos y la flexibilización laboral las principales estrategias de las empresas en la región. Paralelamente, el Estado “transfiere su poder a la sociedad” (un modo elegante de señalar su desentendimiento de hacer cumplir compromisos) y participa de la desregulación del mercado laboral. El problema de la integración de la sociedad se vuelve apremiante, existiendo un consenso emergente que comprometería a una asignación  de responsabilidades de desarrollo social a Estado, mercado y sociedad.
Los distintos artículos comprendidos en el volumen constituyen respuestas, probablemente bien intencionadas, claramente limitadas en su perspectiva liberal: a) no se alude al problema angustiante (y central) de la deuda, como tampoco a sus beneficiarios, el capitalismo trasnacional ocal y el capital financiero internacional; b)los costos socioculturales del cambio del patrón de acumulación, central para comprender la desestabilización política y la negatividad social (central para entender el crujido de la crisis en ciernes) que inviabilizan la formación de capital social y c) una visión institucionalista  que impide la referencia a la conducción estatal del crecimiento económico y regulación del flujo de capitales, potestades fuera de discusión en los países de mayor evolución industrial.
Guillermo O´Donnell, compilador de este volumen y quién ha sido probablemente el más magnánimo de los teóricos liberales argentinos, cae en una posición que explica la visión tan bienintencionada como ingenua: persuadir a la población de administrar mejor la miseria. No hay solución de fondo ni expectativas visibles de progreso, reduciendo a la espera a sociedades ya próximas al estallido. En esta misión política, la redistribución del ingreso en sociedades pauperizadas, es inadmisible la confianza en las bondades de la alta burguesía; es ella la que mejor ha entendido las posibilidades de dar un vuelco formidable a su tasa de ganancia no existiendo “incentivos” para un compromiso social real.



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