Anotaciones sobre el enemigo ruso. Reseña de (1979) La alternativa del diablo, de Frederick Forsyth (3)
"Boris Navaja, duro como el
martillo, retorcido como la hoz" (film Snatch,
cerdos y diamantes)
"Munro conocía el patriotismo de
los rusos, el ardiente amor a su país, que les hacía soportar todos los
sufrimientos, todas las privaciones, todos los sacrificios, y que, si se
manipulaba bien, hacía que obedeciesen sin chistar las órdenes de los amos
supremos del Kremlin." (Frederick Forsyth, The devil´s alternative)
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spejo que devuelve el horror propio, la industria cultural
estadounidense ha personificado al enemigo ruso –cual peronistas argentinos-
llevan “cada uno en su mochila un bastón de mariscal” (Perón, Actualización doctrinaria), semejando
intrigantes células determinadas en el ataque a los centros vitales de un
enemigo. No fue sino la era Bush donde la cultura estadounidense, necesitada de
una renovación en la narrativa imperial –acudió a nombrar la amenaza de un
enemigo (dado por) precivilizado e irracional, peligroso y primitivo. Pero,
claro está, por su alcance en el dominio de la técnica de destrucción,
inobjetablemente vulnerable; se trata de la ejemplificación de los díscolos y
el avance en la guerra por los recursos escasos. El rol subalterno de Rusia, bajo
la concordia yeltsiniana con su rival del siglo xx, y su conversión transitoria
en un aliado principal en la “Guerra contra el terrorismo” ante las presiones del
wahabismo checheno, marcará una tregua hasta que invadido Irak, socio
estratégico de la industria energética rusa, reformulará las relaciones entre
ambas potencias hacia una tensión diplomática que aún subsiste. La identidad rusa se ratificaría en la disputa por la soberanía la verificación de la
influencia de la identidad como soporte de los esfuerzos colectivos por la
continuidad de la historización de una dignidad conquistada, en que el pasado
es apenas una etapa a superar fatalmente. Dicho de otro modo, los
símbolos y mitos nacionales en los que subyace el honor nacional son
irrenunciables.
El enfrentamiento de la potencia hegemónica del Occidente
capitalista descubre en la pugna por el dominio político la adversidad no de un
aparato estatal, sino de una nación organizada ideológicamente homogénea. Esta
posición echa por tierra el sostenimiento del régimen soviético por su sola
forma estalinista, siendo señalada la fortaleza del pueblo ruso en la
aceptación de sacrificios colectivos en razón del interés nacional. No es negada con ello la asimetría de
jerarquías al interior del orden social, donde los conductores políticos del
Estado constituirían el mando de la ingeniería social, sino que es reconocida
la legitimada bajo los presupuestos característicos del régimen.
"“Hay hoy en la tierra dos
grandes pueblos que, partiendo de puntos diferentes, parecen avanzar hacia la
misma meta: son los rusos y los angloamericanos.
El americano lucha contra todos los obstáculos
que le opone la naturaleza; el ruso combate con los hombres. Uno combate al
desierto y a la barbarie, el otro a la civilización revestida con todas sus
armas: si las conquistas del americano se hacen con la azada del labrador, las
del ruso con la espada del soldado.
Para alcanzar su meta, el primero se apoya en
el interés personal, y deja actuar, sin dirigirlas, a la fuerza y a la razón de
los individuos.
El segundo concentra, en cierta manera, en un
hombre, todo el poder de la sociedad.
El uno tiene como principal medio de acción a
la libertad; el otro a la servidumbre. Su punto de partida es diferente, sus
caminos son diversos; sin embargo, cada uno de ellos parece llamado por un
designios secreto de la Providencia a tener un día, en sus manos, los designios
de la mitad del mundo.”
(Tocqueville, Alexis de. (1835-1840). La
democracia en América, Editorial Guardarrama, Madrid, 1985, traducción de
Marcelo Arroita-Jáuregui, pp. 164-165)
La visión de Tocqueville hacia mediados del siglo XIX pone en
evidencia una sagacidad profética. Dos naciones, paradójicamente lindantes, se
dan por destinadas a detentar la posición hegemónica al occidente y al oriente
del espacio mundial. A un mismo tiempo, el comercio y la espada significan
causa de expansión de los Estados e, incluso,
facetas de supremacía de la forma imperial. El objetivo que guía la sociedad
y su tipología de organización, siendo contrapuestos, inspirarán un rol
protagónico que caracterizara al renacimiento ruso durante la Unión
Soviética y la vanguardia
económico-militar de la sociedad de mercado en que se convertirá el Estados
Unidos de postguerra. El período estalinista aportará al respecto una
fructífera proliferación de arte local, que evocará con belleza, complejidad y
sentido histórico la resistencia y heroísmo en la reafirmación ideológica de un
modelo de identidad nacional.
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