Sumido
en desenfrenadas crisis personales, Robert Baratheon no duda en convocar a su
compañero de juventud Eddard Stark tras la muerte misteriosa de Jon Arryn,
Señor de Nido de las Águilas y Guardián del Oriente y antiguo tutor de ambos.
La decisión del rey Robert se funda en los altos valores morales de Eddard:
equilibrio, sentido de justicia, austeridad y lealtad; del mismo modo, las
pasiones borrascosas del rey correctamente guiadas podían derivar en lucidez y
bravura como resguardo del reino ante injusticias y conspiradores ambiciosos,
en semejanza semejante con la que Robert azuzaba enemigos como guerrero más
temible de los Siete Reinos.
Una de las observaciones más generalizadas
a la estrategia de mando como Mano del Rey de Lord Eddard Stark ha sido la
defensa irrestricta del honor y las tardías reacciones de amedrentamiento bajo
acontecimientos de urgente necesidad disciplinatoria, siendo el egoísmo
honorable una incompatibilidad con la correcta responsabilidad del mandatario.
Eddard, líder casual de la Casa Stark tras la muerte de su hermano –el
primogénito Brandon- por Aerys Targaryen II, posiblemente se ve obligado a
asumir un liderazgo imprevisto, con una formación política incompatible a la de
un príncipe heredero. Cree hacer del honor una protección, ignorando las pautas
de legitimación que insuflan poder a los miembros del Consejo a los
representantes de las familias influyentes en Desembarco del Rey.
Mantiene una valoración pseudo patriótica
hacia el Norte, donde el reconocimiento de habitantes valientes y honorables y
la lealtad de vasallos le llenan de consideración y estima, y permiten
reflexionar sobre el conocimiento, prudencia y equilibrio del Lord en los
asuntos públicos del territorio. El Norte, región extensa y homogénea, hostil y
austera, es el anverso del Sur pomposo, relajado, inestable y peligroso.
Tal como lectores y televidencia han
podido constatar, las gentilezas y miserias de Eddard se deben por igual a su
apego por antiguas tradiciones, es decir, el resguardo del honor en el
cumplimientos de las costumbres y la asunción de la responsabilidad de ser juez
y verdugo en la administración de justicia.
De aquí puede transparentarse la torpeza
de movimientos del Guardián del Norte. Desembarco del Rey, más semejante a una
anómica metrópoli moderna que el asiento de un poder real absoluto, le
encuentra como primus inter pares con
consejeros y nobles cuya sonrisa esconde un enigma a desentrañar. En la ciudad
de los reyes, no es ya la demostración pública de la virtud la condición de una
autoridad moral respetable, sino la capacidad para trazar redes de alianzas y espacios
de influencia. Es el conocimiento del fuero íntimo (Baelish), de las
estrategias pergeniadas y en desarrollo (Varys), agudos tacticismos (Tiwyn
Lannister) junto a metodologías menos ingeniosas como el empleo de recursos
financieros o militares. Costumbre,
orden, procedimiento, herencia o legitimidad son elementos institucionales en
perpetua tensión de quién asume la osadía condenatoria de tomar el asiento en
el Trono de Hierro. La continuidad del régimen personalista del monarca depende
de conveniencia y consenso de las Casas de Poniente desde que la Rebelión de Robert
Baratheon derivó en la práctica aniquilación de la tradicional casa reinante
Targaryen.
La acumulada animadversión hacia la Mano, que sella un destino en la
orden ejecución del Rey Joffrey, no culmina por resolver la causa o las causas
que concurren a inspirarla.
¿Es la amenaza de advertir al rey Robert Baratheon
la ilegitimidad de su descendencia? ¿la consideración de Stannis Baratheon como
sucesor legítimo? ¿la protección del vasallo punitivo Gregor Clegane? ¿el deseo
de suplantar su ausencia de Petyr Baelish? ¿o una demostración ejemplificadora
de la Casa Lannister sobre los ingenuos Stark?
Frente a adversarios prudentes y
meticulosos, Eddard Stark se encuentra determinada por marcos conceptuales y
esquemas conductuales que preanuncian la adversidad del príncipe justo.
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